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Educación en Economía

08 julio 2015

Todos estamos enredados diariamente con asuntos económicos sin ninguna barrera que nos proteja. La velocidad de la economía y sus cambios son mayores que la rapidez con la que nos adaptamos a ellos, por lo que se produce un desajuste...

Todos estamos enredados diariamente con asuntos económicos sin ninguna barrera que nos proteja. La velocidad de la economía y sus cambios son mayores que la rapidez con la que nos adaptamos a ellos, por lo que se produce un desajuste. Esta semana nos preguntábamos en que consiste y cuales son los efectos económicos de un corralito o de como nos afecta el resultado del referéndum en Grecia, cuando hace treinta años casi con saber comprar y ahorrar valía.

Quien no se ha cuestionado alguna vez si se podría haber evitado la crisis, por qué se toman unas medidas y no otras, y como será nuestra vida cuando salgamos de ella. Preguntas complicadas si tenemos en cuenta que muchas respuestas han venido dadas desde la perspectiva neoliberal para repartir gratis culpabilidades, cuando no es cierto. Me refiero por ejemplo a esa afirmación falsa de que la crisis se ha producido porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades.

Por ello hay que tener en cuenta que si nuestros comportamientos económicos a nivel individual son importantes, especialmente en el momento en que vivimos, los efectos macroeconómicos, el funcionamiento de la economía en general y las políticas económicas que se llevan a cabo a gran escala no lo son menos, ya que afectan de lleno al entorno en el que nos movemos.

La economía se puede definir de forma muy simple, aunque no sea sencilla. Séneca decía “compra sólo lo necesario, no lo conveniente. Lo innecesario, aunque cueste solo un céntimo, es caro”; Franklin en cambio siempre ponía uno de sus ejemplos “cuida de los pequeños gastos, un agujero pequeño hunde un barco”. Ambas afirmaciones son antiguas pero no viejas, y vienen a refrendar que la economía forma parte de nuestro entorno desde que somos pequeños.

A lo largo de nuestra vida hemos tomado decisiones sin apenas saber la relación que tenían con la economía. De niños cambiábamos cosas, cuando crecimos preferíamos esto frente a aquello, y siendo más mayores elegimos entre seguir con los estudios o trabajar (ahora la elección está más clara). Conceptos como escasez y valor están presentes en nuestro día a día.

Si la economía es el mejor instrumento de justicia e igualdad que existe, resulta evidente que los contenidos económicos deben estar presentes en la educación desde edades tempranas como elemento clave de ciudadanía.
Los últimos barómetros del CIS muestran que los problemas que más afectan a los ciudadanos están directamente relacionados con la economía, como por ejemplo el paro. Muy pocas personas manifiestan que estén bien informadas sobre los asuntos económicos, sin embargo muchas dicen que es uno de los temas de conversación habitual.

El informe PISA en una de sus últimas ediciones evaluó por primera vez la alfabetización financiera de los jóvenes de 15 años en 18 países, y dejó claro que España es uno de los peores países en esta materia. Al menos uno de cada seis alumnos tenía problemas para identificar una factura o utilizar tarjetas de crédito. En República Checa, Australia, la Federación Rusa, Nueva Zelanda y Bélgica, sin embargo, más del sesenta por ciento de los estudiantes obtenían en competencia financiera un mayor rendimiento del esperado. Todos esos Estados habían desarrollado previamente estrategias nacionales de educación. Aunque en lo alto de la pirámide en estos conocimientos se situó, muy por delante de los demás, China.

Parece evidente que hay que mejorar la competencia económico-financiera de las personas. La necesidad de una mayor implicación de la educación en la economía no necesita discusión, y existen recomendaciones de distintos organismos internacionales y de la propia Comisión Europea.

Lo que si necesita discusión es sobre los contenidos económicos a impartir en el desarrollo vital y profesional de las personas. Está claro que uno de ellos sería la economía doméstica, el control de ingresos y gastos de forma responsable; otra parte importante es la fiscalidad, entender el uso y utilidad de los impuestos antes de afirmar si pagamos mucho o poco; la economía general relacionada con la producción y el consumo es otro factor importante que permite explicar el funcionamiento económico, las desigualdades o la pobreza entre otros; y por último la educación financiera, como factor clave de conocimiento de los mercados financieros, cada vez más complejos, relevantes e influyentes en el transcurrir de las crisis económicas.

Mayores y mejores conocimientos relacionados con la economía y la educación nos capacitan para actuar de manera más activa y participativa en una sociedad democrática. No valen visiones reduccionistas ni adaptar la educación de contenidos educativos a las necesidades del mercado siguiendo criterios mercantilistas y capitalistas como sucede con muchas normas. Es necesario formar ciudadanos con capacidad crítica que no estén a merced de gobernantes ni de directivos de grandes empresas. Sólo así se situará a la ciudadanía en el mismo escalón que la economía.

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