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  • 03 dic 2024

De Repente

29 mayo 2024

Dice la letra de una conocida canción que A veces llega un momento en que te haces viejo de repente…1

Efectivamente, a veces llega un momento en que te haces viejo de repente o,  quizás, lo que ocurre es que te das cuenta de repente de que te has hecho viejo, o  de que ya no eres tan joven; o de que te has hecho mayor, pero mayor de verdad, no  mayor de edad. 

A veces un suceso trágico te sacude, te zarandea, te saca de la primera persona del  singular en la que vives y te sitúa en la tercera, y entonces te ves a ti mismo desde  fuera, como un tercero ajeno, sobrevolándote; y es entonces, solo entonces, en ese  preciso momento, cuando te das cuenta de que te has hecho mayor, de que te has  hecho viejo, de repente. 

Suele decirse que ningún padre, nunca, jamás, debiera tener que enterrar a un hijo,  pero igualmente puede asegurarse que no resulta nada fácil tener que despedir  definitivamente a un padre; en este caso a una madre. La ausencia de quien te  precede hace que pases a ocupar el puesto del precedente y así te das cuenta de  que te has hecho mayor. Sí, es cierto. Es cierto que hay una mayoría de edad  biológica que se sitúa en torno al paso de la pubertad a la edad adulta. Es cierto que  existe una mayoría de edad jurídica o política a la que se llega a los 18 años. Pero la  verdadera mayoría de edad, la mayoría de edad vital, llega cuando te falta la  generación precedente, cuando ya no está tu padre, cuando ya no está tu madre. Es  entonces, o sea, ahora, cuando el hijo que eres se ve ocupando aquel sitio, el lugar  de ellos, y te ves haciendo lo que siempre has visto hacer a los “mayores”, a tus  padres, adoptando su posición. Es ahora, cuando falta la madre, cuando el hijo deja  atrás su mera condición de hijo para acceder a la categoría de huérfano y así, solo  así, se da cuenta plenamente el hijo de que ahora es mayor, y de que también es  padre.  

Ahora, el huérfano que eres entiende por qué la madre sufría cuando veía sufrir al  hijo. Ahora entiende el hijo por qué le dolía a la madre lo que al hijo le dolía. Ahora  entiende el hijo por qué la madre apenas apretaba la gasa cuando limpiaba la  herida; o por qué tragaba la madre las lágrimas que el hijo vertía; o por qué  enmudecía la madre cuando hacía la maleta de un niño de 10 años al que sabía que  en meses no volvería a ver. 

Ahora entiende el ya huérfano que no hubo mayor goce para la madre que ver gozar  al hijo. Ahora entiende el hijo que la madre era feliz de ver feliz al hijo. Ahora entiende el hijo que más saciaba a la madre ver comer al hijo que comer ella misma. 

Lo que no entiende el hijo, lo que no alcanza a entender el hijo de ninguna manera,  y no se lo quita de la cabeza, es por qué no entendió el hijo antes todo esto. No  entiende por qué el hijo no le dijo antes, y más veces, a la madre que lo entendía  todo: que compartía su alegría, y que entendía su sufrimiento. No entiende el hijo por qué no le dijo más veces a la madre que la quería, que estaba orgulloso de ella.  No entiende el hijo que la madre, en un supremo ejercicio de amor, y por no  molestar, por no preocupar, por no causar sufrimiento a los demás, callara el  sufrimiento propio, callara su propia dolencia, y callara la enfermedad que vino  inapelable a por ella. No entiende el huérfano por qué no le dijo nunca a la madre  que la madre había hecho el mejor de los trabajos, que no fue solo criar a sus hijos  sino hacerles ser buenas personas en el buen sentido de la palabra, en el sentido  machadiano del término2.  

Al hijo le hubiera gustado que la madre supiera que ella, al partir, al marcharse, le  ha dejado el mejor de los legados, que es su ejemplo: la humildad, la prudencia, y  el respeto a los demás que guiaron su virtuosa vida; el no querer por nada del  mundo hacer daño a nada ni a nadie. 

No causar daño a nada ni a nadie. Este es el resumen de la vida de mi madre. No  causar daño a nada ni a nadie. Este podría haber sido su lema en la vida. No causar  daño a nada ni a nadie. Este debiera ser su epitafio.  

No causar daño a nada ni a nadie. Este es el ejemplo que quiere seguir ahora el hijo,  aunque ahora ya el hijo se sienta viejo, de repente. 

NOTAS. 

1. Fragmento de la canción “La Senda del Tiempo” del grupo pucelano Celtas Cortos. El tema, del año 1990, fue  publicado en el álbum Gente Impresentable. 

2. En referencia al verso “soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”, del poema Retrato, de Antonio Machado,  Publicado en la antología "Campos de Castilla" en 1912.

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